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La sombra de la maratón es alargada: la vuelta a los 42195 metros. 

  01/06/2022 16:30 Opinión


La maratón hace tiempo que dejó de ser una prueba deportiva reservada a unos pocos. A día de hoy, es posible ver llegar a meta a corredores de diferentes niveles (Larsen, 2021). Aunque la exigencia física de una maratón es indudable, parece que en los últimos tiempos ha primado el componente emocional y de reto que conlleva superar la barrera de los 42195 metros. Esta apertura al público popular ha erigido a las maratones como eventos masivos, y como tal, han generado un amplio interés económico, social y turístico (Skille & Fahlén, 2019). Las exigencias de los corredores también parecen haber ido aumentado a ritmo de zancada. Los participantes en pruebas de larga distancia invierten gran cantidad de recursos en la preparación de la maratón: además del esfuerzo físico, un importante esfuerzo económico (material técnico, entrenamiento, nutrición, inscripción, viaje, etc.), de forma que esperan obtener una experiencia positiva (Kelly et al., 1987). Y el preciado bien del tiempo: horas y horas de entrenamiento que son restadas del cómputo global del tiempo a dedicar a la familia, descanso, y otro tipo de ocio. La mayor demanda y exigencia ha supuesto un reto organizativo para los agentes implicados en la puesta en marcha y ejecución de estos eventos. La organización de una maratón conlleva un esfuerzo equiparable al de su entrenamiento, sólo que los kilómetros se recorren en reuniones, mediciones, recepción de materiales, montajes, etc. Según el estudio publicado por García-Vallejo et al. (2020) la organización de una maratón implica una gran cantidad de tareas, encuadradas en áreas de trabajo y procesos que funcionan como un todo. Limitar la movilidad de una ciudad para conseguir un circuito rápido con la mínima afectación posible a la ciudadanía, captar voluntarios, lograr financiación vía patrocinio…la lista es tan larga como se hacen los 195 metros finales de la carrera a los que osan retar a la prueba reina del atletismo. Pero además, la complejidad organizativa también ha forzado a dilatar los plazos de preparación de estas competiciones, y en este sentido, las maratones ya no son eventos de un año; no se trabaja con periodos finitos, si no que las tareas organizativas se van enlazando de edición en edición. A pesar de la complejidad, en España todo parecía fluir. Las maratones nacionales cada año se encontraban mejor posicionadas. Por parte de los corredores, estos eventos comenzaban a estar al nivel de las míticas maratones internacionales. A modo de ejemplo, la valoración global de los corredores de la Maratón de Valencia en 2019 fue de un 8,9 sobre 10 y un 98,6% de los participantes la recomendaba (Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, 2020). Asimismo, organismos oficiales como el máximo exponente del atletismo internacional, la World Athletics, ya reconocía la calidad de las maratones españolas a través de su sistema de etiquetas. Podíamos presumir que las Maratones de Barcelona, Castellón, Madrid, Málaga, Sevilla y Valencia, pertenecían a este selecto club. Y llegó el 2020. La Maratón de Sevilla de Febrero, con más de 10000 llegados a meta, auguraba un buen inicio de temporada para el atletismo en general y para los organizadores de estos eventos en particular. Pero con la llegada del mes de marzo se desinflaron los arcos de meta. Varias dudas recorrían el pensamiento de los organizadores: ¿querrían los corredores volver a participar en eventos masivos?, ¿qué medidas se deberían tomar?, ¿cuándo retornarían las carreras?, ¿volveríamos en algún momento a disfrutar de una maratón como la conocíamos antes de la Covid-19? Se planteaba una disyuntiva: ganas de volver vs miedo a volver. Durante el confinamiento, se demostraron, de manera consistente, altos niveles de adaptación a las circunstancias por parte de los atletas (Rubio et al., 2021) y tras superar el confinamiento estricto, practicar deporte al aire libre fue una de las primeras actividades que retomamos. Pero una cosa era practicar deporte al aire libre, con distancia, y otra volver a participar en un evento deportivo masivo. Estudios preliminares durante el año 2020 y principios del 2021 parecían mostrar que las ganas de volver a estos eventos por parte de los maratonianos eran patentes. En aquellos meses, la única opción de participar en un evento de running era el formato virtual. Según la Encuesta del Corredor de 2021 (Real Federación Española de Atletismo, 2021), un 56,53% de los corredores participaron en algún evento de estas características, pero el deseo de volver a la presencialidad era palpable: según la encuesta, el 76,58% de los corredores declaraban que, en cuanto se pudiese, participarían en carreras de la misma forma que lo venían haciendo antes de la pandemia. Estos resultados parecían cobrar sentido si los enlazamos a los frenéticos ritmos de inscripción de las primeras carreras celebradas en este escenario turbulento. Si bien es cierto que el riesgo y la incertidumbre son variables de carácter coyuntural, y que la grave situación de pandemia mejora, un ambiente turbulento parece asolar la sociedad actual. Turbulencias a las que no escapan los eventos deportivos. Un ejemplo cercano en el tiempo es la suspensión de la media maratón de Almería, prevista para el pasado 3 de abril y cuya causa fue la huelga de transportes, que impedía el correcto aprovisionamiento del evento en tiempo y forma. Se abren por tanto, interesantes líneas de investigación que pasan por incorporar variables como la incertidumbre y la percepción del riesgo a modelos tradicionales de satisfacción, intención futura y calidad percibida en este tipo de eventos. El conocimiento generado en este sentido nos ayudará a no repetir errores y adaptarnos más fácil y rápidamente si situaciones similares ocurren en el futuro. ‘’Nos gusta el maratón porque sabemos que la vida es un fin de semana y 195 metros’’ (Hernández, 2019).   Aurora M. García Vallejo Profesora Economía y Administración de Empresas, Universidad de Málaga.   García-Vallejo, A. M., Albahari, A., Añó-Sanz, V., & Garrido-Moreno, A. (2020). What’s behind a marathon? Process management in sports running events. Sustainability (Switzerland), 12(15), 1–18. https://doi.org/10.3390/su12156000 Hernández, A. (2019). El maratón. Corredor. https://www.soycorredor.es/noticias/el-maraton_23787_102.html Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas. (2020). Impacto económico y valoración de los corredores. 39 Maratón de Valencia Trinidad Alfonso EDP 2019. Kelly, J. R., Steinkamp, M. W., & Kelly, J. R. (1987). Later-life satisfaction: Does leisure contribute? Leisure Sciences, 9(3). https://doi.org/https://doi.org/10.1080/01490408709512159 Larsen, J. (2021). Urban Marathons. Rhythms, Places, Mobilities (1st ed.). Routledge. https://doi.org/https://doi.org/10.4324/9781003125068 Rubio, V. J., Sánchez-Iglesias, I., Bueno, M., & Martin, G. (2021). Athletes’ Psychological Adaptation to Confinement Due to COVID-19: A Longitudinal Study. Frontiers in Psychology, 11, 1–10. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2020.613495 Skille, E., & Fahlén, J. (2019). The role of sport organizations for local and national community–the case of Sámi sport organizations. European Sport Management Quarterly, 20(2), 239–254. https://doi.org/10.1080/16184742.2019.1610784  
 

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